“La pirotecnia es el arte de utilizar pólvora y compuestos químicos para producir flamas de colores y chispas brillantes para iluminar el cielo y dar un espectáculo mediante explosiones controladas”, explica el doctor Humberto Gómez Ruiz, profesor del Departamento de Química Analítica de la Facultad de Química de la UNAM.
“Los fuegos artificiales están constituidos principalmente de dos elementos, una esfera de papel grueso que contiene pólvora y un propulsor que es una especie de cañón que permite lanzar la bomba hacia el cielo para que explote ahí”.
Tienen dos mechas, una de ellas está en el propulsor y enciende parte de la pólvora, esta genera presión dentro del tubo y lanza el proyectil hacia arriba; la segunda mecha será la que enciende la pólvora en el interior de la esfera.
La esfera de pólvora que constituye el fuego artificial contiene compuestos metálicos que son los que aportan color.
La combustión de este material genera una explosión donde el calor alcanza 900 grados centígrados. A esa temperatura los átomos de los metales se excitan y cada uno emite luz de distinto color.
Litio o estroncio dan el color rojo, cobalto o bario emiten luz verde, el potasio resulta en lila, el hierro da color naranja y el cobre un tono de azul. El aluminio produce chispas de luz muy brillantes que asemejan estrellas que centellean.
Aunque los colores son limitados, los artesanos usan su creatividad para combinarlos y conseguir distintos efectos.
Existen muchas innovaciones en el campo de la pirotecnia. Un ejemplo son los cerillos electrónicos. Estos consisten en cables que en su extremo contienen una cinta de una aleación metálica recubierta de una resina epóxica y nitrato de potasio los cuales se inflaman con el paso de corriente eléctrica. En el otro extremo estos cables se conectan a un tablero electrónico.
Así, el encendido de las mechas se controla mediante un software que permite que los fuegos artificiales se prendan secuencialmente o incluso al ritmo de una melodía.